lunes, 18 de mayo de 2009

Solo en Pizza Hut de Las Mercedes...

...de Caracas se va a encontrar con un restaurante donde si usted osa comer del Salad Bar no puede dejar que nadie de su mesa acerque el tenedor a su plato ya que inmediatamente el mesonero tiene orden de la gerencia de cobrar otra ensalada.

Ni se le ocurra "Están buenas las aceitunas ¿Quieres probar?"...

¡NOOOO! automáticamente le cobrarán el segundo plato.

¿Por qué? porque el dueño de esa caga'a de pizzería es tan miserable que supone que todos son igual que él (cada quien juzga por su condición) y lo van a arruinar grupos de Malditos Arrastra'os (supongo que es como denominan a los clientes que comparten la ensalada en su manual de operaciones) que tienen la mala idea de dejar que el compañero de mesa pruebe el queso de la ensalada, no importa que por ese plato de lechuga y tomate te cobren lo que cuesta un güacal de las mismas en el mercado de Coche.

El mesonero tuvo la decencia de advertirnos antes de pedir (claro, él es quien se gana los peos de los clientes molestos) y la gerente, otra pobre asalariada, salió a disculparse por la política idiota de un dueño que supongo nunca en su vida se acerca al negocio pero igual me fui para el carajo y por ese negocio de mierda más nunca me acerco.

Ahhh, y los refrescos tienen refill...una sola vez. Por un vaso que cuesta cuatro dólares al cambio (lo que cuestan dos litros del mismo) solo voy a permitir un refill.

Coño ¿Es que en este país negocio que saca menos del 800% es pérdida?

lunes, 11 de mayo de 2009

La carretera



The Road
Cormac McCarthy, 2006
Editorial Mondadori, 2007
Traductor: Luis Murillo Fort


Al despertar en el bosque en medio del frío y la oscuridad nocturnos había alargado la mano para tocar al niño que dormía a su lado. Noche más tenebrosa que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el día anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frío empañando el mundo
En una Tierra post-apocalíptica (nunca nos enteraremos del porqué, se presume una guerra nuclear por ciertos detalles mencionados al aire) un padre y su hijo emprenden su viaje al lejano sur escapando del invierno, del hambre y de las bandas de salvajes, muchos de ellos caníbales, en que se ha convertido la humanidad.

Con todas sus pertenencias en un carrito de supermercado, con un temor constante a los extraños y siempre al borde de la inanición y de la muerte por frío, esta pareja intenta sobrevivir al dolor, al miedo y al clima escarbando en los restos de una civilización que ya no es, buscando latas de conservas olvidadas en un mundo eternamente gris del invierno nuclear.

Un libro cruel, de esos que generan ese ligero dolor en la boca del estomago por la tensión que se vislumbra al final de cada página o el horror que se predice para las siguientes dos, pero magnificamente escrito, conciso y brutal, con personajes creíbles y cercanos, definidos y explicados en cuatro brochazos perfectamente lanzados.

¿Un libro para lectores masoquistas? quizá, pero también un libro que habla de amor, de esperanza, de mantenerse humano en medio del salvajismo y de la inocencia de un niño capaz de perdonar y salvar al otro.

Y lo asombroso es que todo esto lo hace en apenas doscientas y pico de páginas.

jueves, 7 de mayo de 2009

El viacrucis de un venezolano en gestiones...

...o como realizar el traspaso del vehículo sin morir en el intento.

Primero levantarse a las 5 AM (los que viven en Caracas) para llegar al Setra a las 6 AM y encontrar 100 personas antes que uno, algunos sentados en la entrada desde las 3 de la madrugada. Como me explicó un vecino de cola nativo de Puerto La Cruz, a 400 Kms de distancia; en las ciudades del interior lo único que hacen es recibir los papeles y luego tienes que esperar mínimo tres meses para ver si tienen suerte y reciben su documento o por el contrario son notificados de algún problema en los recaudos y a empezar de cero por lo que no tienen más remedio que viajar hasta Caracas para realizar el bendito tramite en caso de una urgencia.

A las 6 AM empiezan a dejar entrar a los usuarios (esos especímenes en los que deben generar confianza y satisfacción según la Visión del organismo) para sentarlos en unas sillitas a las afueras, algunas bajo el sol mañanero (que desde que en este país se amanece media hora más temprano, se hace inclemente a las 7 AM).

Entonces una joven (una sola) verifica y sella los recaudos (sello indispensable para poder pasar a las oficinas más adelante) intentando filtrar los que "no van pa'l baile" mientras lidia con todos los que tienen un problema, un papel que falta, la copia de la cédula que no trajeron (¿Quién en esta Tierra de Gracia intenta realizar un tramite en un organismo público o privado sin una fotocopia de la cédula?), una segunda visita porque faltaba la constancia de No-se-que-carajo vigente y "¿Por qué coño tengo que hacer la cola de nuevo si yo vine la semana pasada y me dijeron que volviera hoy?".

Durante ese tiempo tienes que soportar al "simpático" que tiene que hablar con todo el mundo y opinar de cualquier vaina, la opositora escandalosa a la que todo molesta y que conoce a un primo del sobrino del novio de la hija de su cuñada que dice que toda esta cola es para favorecer la matraca de los gestores (a pesar de que no hay gestor que te haga esto), el chavista amanecido con su eterna excusa de que "hace 20 años era peor" y "ahora por lo menos te dan las sillas", el técnofastidioso de al lado que te empieza a leer los chistes de Jaimito que le llegan al Blackberry, al atolondra'o de turno que se entera a última hora que tiene que llenar la planilla con los datos del carro y por supuesto no trajo bolígrafo y a todos los exaltados que gritan "¡Epa, aquella gordita se está coleando!".

Si se pudieran cerrar los oídos como se cierran los ojos (aunque Maru dice que si se puede, se llama Ipod).

A las 8:30 comienzan a trabajar oficialmente y a dejar pasar por grupos, es en este momento cuando uno empieza a pensar que no es más que un extra en una escena de Brazil;

  • a las 10:00 AM entras (en mi caso) y entregas los papeles en la taquilla de la entrada
  • esperas 45 minutos a que te llamen después de ser revisados por par de empleados en una mesa con una computadora
  • retiras los papeles y los llevas a otra taquilla, a un metro de la primera (no exagero, si voltean se dan la mano), donde un tipo te los vuelve a chequear y les pone un sello
  • te devuelven tus papeles y te mandan para una cola ¡justo al lado de la que acabas de hacer! donde una mujer que está sentada en la misma mesa donde está sentado el tipo anterior (nuevamente no exagero, hasta comparten la engrapadora, los chistes y los chismes) te los vuelve a revisar, le pone otro sello y te manda para otra cola a tres metros de esa taquilla
  • en esta última cola se los entregas a otro empleado que revisa nuevamente los datos e imprime el documento (10 minutos)
  • después de un madrugonazo y cinco horas de colas y esperas puedes retirarte satisfecho con el nuevo título de propiedad de tu carro

Definitivamente ¿Por qué hacer las cosas fáciles cuando las podemos hacer bien, pero bien, jodidas? Menos mal que tenemos las pastelerías para irnos entrenando en el día a día.

Por cierto, el famoso sobre que te hacen comprar ( y que para ello tienes que ir a un banco a hacer un depósito) terminas llevándotelo, porque más allá de usar la planilla que tiene dentro (y que facilmente podrías imprimir de un formato en internet) no sirve para un carajo.

lunes, 4 de mayo de 2009

Necronomicón 19

Con los acostumbrados seis meses de retraso de los cronogramas editoriales de Jorge De Abreu, el nuevo Necronomicón (19) está en línea. Tomado de Mundo Ubikuo:

Un nuevo número de esta publicación digital de literatura corta de terror, fantasía y ciencia ficción está en línea.

En esta oportunidad tres autores: un chileno, un venezolano y una peruana. Cinco relatos que abarcan los tres vértices del género fantástico: ciencia ficción, fantasía y terror. Jorge Etcheverry, con dos cuentos, nos entrega remembranzas de Wydham y una obra plena de otoños: del ser humano y de su entorno. Luis Alfonso Monasterios, también con dos relatos, nos atrapa junto a su protagonista en una desolación irredimible, sin escapatoria, y en la otra historia nos muestra una corta instantánea de una metamorfosis. Por último, Adriana Alarco nos encanta con una deliciosa tarde de cumpleaños. Las ilustraciones se deben al arte de Juan Raffo.

Un número dedicado a la imaginación.

Necronomicón puede ser leído aquí.