viernes, 19 de agosto de 2011

Día internacional de la fotografía (2)

Hoy 19 de agosto es el Día internacional de la fotografía. Ya en un post anterior expliqué el porque (en 1839 se explicó ante la academia francesa como funcionaba el novedoso sistema del daguerrotipo). El hecho es que esa vez me dediqué a hablar de algunos fotografos cuyo trabajo admiro.

Esta vez me quería dedicar a lo mismo pero deseaba que fueran fotografos más consagrados que los mencionados en ese post pero que estuvieran aún activos, que se escaparan un poco del encuadre academicista de los tercios y que fueran algo irreverentes.

El primero que me vino a la mente fue Martin Parr, pero en cuanto me puse a investigarlo me he dado cuenta que quizá amerite un post para él solo así que esperaré a leer un libro acerca de él que acabo de comprar para caerle con gusto.

Y entonces he decidido hacer eso para lo que se han inventado los blogs que es hablar de si mismo y he colocado una serie de fotografías mías, primero por ser mías, segundo por estar entre mis favoritas y tercero porque por lo menos estoy relativamente seguro de como fueron tomadas y no tengo que ponerme a inventar razones ni motivos ocultos.

Y aquí van:
Autorretrato con gato y cuatro pies
Autorretrato en pareja con gato

Fue una mis primeras fotos; película analógica con una cámara sin previsualización y sin mirar por el visor, vamos, un tremendo suertazo pero igual es una de mis favoritas.

42 St Times Sq
42 St Times Sq

Me gusta el contraste de esos locos disfrazados y esa gente que pasa tan apurada sin mirarlos siquiera.

Maru y el Empire State
Maru y el Empire State

Por supuesto que es un retrato semi-preparado pero ¿qué importa? ¿no lo hace Gregory Crewdson y las vende bien caras?

A pie o caminando
A pie o caminando

Aunque no lo crean, es una foto pensada. Me gustó ese señor parado al otro lado de la calle mientras pasa ese gentío alrededor, apurados y agitados, busqué el contraste entre las dos cosas y un pequeño instante de apertura entre los pies y más o menos salió.

Salida
Salida

Esto es una lección para los fotografos que no quieren que nadie se atraviese y para los paseantes que se ponen a esperar que el señor de la cámara termine de tomar la fotografía. En verdad la intención era el cielo con los cables encuadrado en esa salida de metro hasta que pasó ese pelón y decidí poner en el medio esa cabeza sin cuerpo. Creo que quedó una cosa 20 veces mejor que la intención original.

Uno va y la otra viene
Uno va y la otra viene

Este fue un verdadero instante decisivo captado como dice el manual del fotografo de calle; los ví venir, un rabino a la derecha, una monja a la izquierda y me dije "deberían de salir en el mismo encuadre" y chasss, saqué rapido la cámara y la tomé...con un horrible ISO 400 que en esa cámara (Lumix FZ-30) genera un enorme y grosero ruido (moraleja: si usted quiere salir a tomar fotos, saque la cámara desde el primer momento, tengala a mano y ajuste todos los controles que tenga que ajustar).

Y bueno, esto fue otro post con exceso de ego, pero en este caso fotográfico.

miércoles, 17 de agosto de 2011

El consejo de hierro

China Miéville es todo un personaje; corte de cabello al cero, cinco aretes en una oreja, el tatuaje de una calavera con tentáculos de pulpo en el brazo derecho y un nombre resultado de una madre hippie que le encantaba la jerga cockney. Es además un escritor de fantasía. Una fantasía extraña, con un pie en la ciencia ficción y otro en el horror, New Weird le llaman y en cierta forma es heredera del horror cósmico de Lovecraft y Arthur Machen. Pero también es comunista, trotskista para ser más preciso, miembro del Partido Británico Socialista de los Trabajadores y alguna vez candidato al Parlamento.

Y esto se nota especialmente en este libro.

Al igual que La estación de la calle Perdido y La cicatriz, la historia se desarrolla en el mundo de Bas-Lag y gran parte de ella en la ciudad-estado de Nueva Crobuzon, megalópolis cuasi infernal, retorcida, sucia y anárquica gobernada bajo una parodia de democracia por una camarilla corrupta.

Pero en este caso Nueva Crobuzon se encuentra en guerra con la ciudad rival de Tesh, una guerra que pocos entienden como empezó y donde se mezclan hechizos de destrucción masiva, estrambóticas máquinas de guerra, monstruos artificiales y fuerzas especiales de humanos transformados (los rehechos). Y además se encuentra a las puertas de una guerra interna, de un conflicto civil eminente entre múltiples grupos de descontentos, discriminados, revolucionarios y veteranos de guerra contra el gobierno opresor.

No hay que ser un genio, es una representación de la "lucha revolucionaria" en nuestro siglo XX bastante obvia; la ingenuidad de muchos de esos revoltosos, la atomización de los esfuerzos, la desconfianza y los prejuicios entre los distintos grupos revolucionarios y la diferencias de objetivos y de métodos para alcanzarlos. Además tenemos a dos estados en una guerra que nadie sabe cómo empezó pero donde toda una maquinaría propagandística intenta mostrar al enemigo como un monstruo terrible que además usa el terrorismo para atacar civiles mediante anónimos infiltrados (¿Donde he visto esto antes?).

Ubicada veintitantos años después de las otras novelas (aunque pueden ser leídas completamente independientes, Miéville no cae en la trampa de las series eternas), nos cuenta dos historias que convergen finalmente: por un lado el joven Ori quien cada vez se siente más frustrado de participar en reuniones políticas ocultas que no conducen a nada y se une a un grupo más activo comandado por un misterioso rehecho apodado Toro y por otro lado Cutter, un comerciante que parte en busca de su amor Judah y del Consejo de Hierro (símbolo de libertad, su salvación y retorno a Nueva Crobuzon se ve como una nueva esperanza en la rebelión de los descamisados).

Intercalado hay una largo flashback que nos muestra la historia de Judah, como se convirtió en experto creador de golems y como participó en la creación y consolidación de ese Consejo de Hierro.

No lo puedo negar, ese fragmento se me hizo eterno, después de leer La estación, continuar inmediatamente con El consejo hizo que esas enumeraciones de seres, monstruos, calles y barriadas me indigestara. Ya en la segunda mitad, cuando conocemos la naturaleza del Consejo y se revela el pasado de Judah la historia se apresura y la segunda parte corre más ligera (especialmente cuando la historia de estos revoltosos se mezcla con la oscura conspiración de Tesh para acabar con Nueva Crobuzon).

El espíritu que embarga al libro, como en las otras obras de Miéville y aún más marcado en esta que en las anteriores, es deprimente. Aunque el exotismo puede ser fascinante, su universo es oscuro y no se puede negar, Miéville no es optimista, aunque tampoco es un derrotista extremo. Nos muestra el valor de un símbolo en la lucha por los derechos, como la valentía de los pequeños puede hacer algo aunque sea solo para crear esperanza en un mundo desagradable. Citando al mismo autor en una entrevista:

"sería rendirse a la repetida difamación de la humanidad estar sin esperanza y excitación. La desolación y la resistencia parpadean en superposición"

jueves, 4 de agosto de 2011

Yo lo ví en una foto...

...o como no existe la veracidad fotográfica.

El sábado tuve una clase de ética en el diplomado de fotografía que estoy haciendo.

Que no es nada muy profundo con discusiones acerca de Hegel, Nietzche o Kant. Una cosa ligera, que aunque en mi opinión personal arrancó flojo en las primeras clases ya en las últimas ha tenido el acierto de por lo menos no ser categórico en sentencias, dejar inquietudes abiertas e intentar que los participantes cuestionen lo que se ve en una imagen fotográfica más allá de la primera impresión.

Salí de la discusión con una foto en la cabeza, no se porque, tenía en mente haber leído hace unos cuantos años que la foto en cuestión había sufrido un proceso de autocensura por parte del fotógrafo. Después de googlear un rato la re-descubrí, era exactamente esta:

Young people on the Brooklyn waterfront on Sept. 11
Tomada por el fotógrafo de Magnum  Thomas Hoepker el 11 de septiembre del 2001.

El hecho es que cuando Magnum Photos decidió publicar un libro acerca de los hechos del 11/9, Hoepker decidió dejarla fuera por ser una foto "ambigua y confusa: publicarla podría distorsionar la realidad de lo que se sentía en esos históricos días".

Buscando la fotografía en cuestión me encuentro con todo un debate alrededor de la misma, un debate que nace cuando el periodista del New York Times, Frank Rich, hablando acerca de la reacción de USA en el quinto aniversario del atentado, los problemas de unidad de la nación y la capacidad para recuperarse del ataque, describió la fotografía como "cinco jóvenes amigos en Brooklyn, toman lo que parece el almuerzo o el descanso de un paseo en bicicleta, disfrutan del radiante sol de finales del verano y charlan mientras cascadas de humo llenan el Bajo Manhattan en el fondo". 

Casi inmediatamente David Plotz, periodista de la revista Slate, reposta con un "Frank Rich Is Wrong" y su argumento es tan obvio que practicamente no puede ser discutido: ¿Frank Rich puede decir que pasa por la cabeza de los cinco protagonistas de la foto con solo ver la pose capturada en 1/250 de segundo? Cuando Rich cita a Hoepker quien dijo algo como que los jóvenes se veían muy relajados y para nada traumatizados Plotz se pregunta ¿Hoepker se sentó a hablar con ellos?¿Los interrogó acerca de sus sentimientos?

Y cuando a los pocos días uno de los protagonistas de la foto, Walter Sipser, un artista que ya tenía 40 años en el 2001 y por lo tanto no se considera ningún "joven", replica en la misma revista indicando que ese día estaba con su novia en casa cuando el atentado ocurrió, que intentaron cruzar a Manhattan pero el tránsito era imposible, que no conocían a los otros personajes de la escena pero que se sentaron a conversar con ellos tratando de interpretar y asumir lo que veían en completo estado de shock y que si Hoepker se hubiera acercado a ellos a conversar lo hubiera sabido de primera mano, ya no podemos estar tan seguros de lo que la foto muestra.

Tengo tiempo pensando en esto; las fotografías mienten, no importa si la intención de un fotoperiodista es crear un registro para el futuro, que se uso película analógica y los negativos no pueden ser falseados y por lo tanto son registros verdaderos al contrario de un archivo digital que se puede trucar fácilmente. La fotografía miente desde el momento en que el fotógrafo escoge el encuadre quitando lo que en su opinión molesta o agregando cosas que dan valor, escoge un lente corto o un tele para cambiar la perspectiva, desenfoca a voluntad para ocultar o destacar y revela su fotografía con más o menos saturación de colores para crear algún clima. Todas estas manipulaciones se realizan desde que Talbot y Daguerre empezaron a realizar su experimentos y se continuarán realizando mientras sea un fotografo el que empuñe la cámara, no importa que sea Doña Pepa con su celular o Martin Parr burlándose de la clase media británica.

En la misma clase se trató el tema de este clásico:

Con esta foto Kevin Carter ganó el Pulitzer en 1994. Por supuesto, la reacción natural vino a ser algo así como "que hijoeputa ese fotógrafo, le toma una foto a ese niño muriéndose y es incapaz de detenerse a ayudarlo".

Dejando a un lado lo obvio –¿Es que no se puede tomar la foto y luego ayudar al niño? ¿Un fotógrafo en estas condiciones, donde la gente muere por docenas, se debe parar a ayudar a todas las víctimas? Un fotoperiodista que empieza a sentir lastima por cada víctima que se cruza en su camino ¿Puede realizar su trabajo?– hay que ver la fotografía más por lo que no muestra que por lo que muestra: ¿Hay alguien parado medio metro a la derecha? ¿A la izquierda? ¿Detrás del fotógrafo? Si la foto fue hecha con un teleobjetivo que aplana las distancias ¿Qué tan lejos en realidad se encuentra el buitre?

Carter se suicidó un año después y por supuesto el grito general (para continuar con la leyenda negra) es que lo mato el remordimiento. Y si, lo mató el remordimiento...y las deudas...y las drogas...y toda una vida sufriendo de depresiones y problemas personales.

Basta con buscar un poco en internet y nos podemos enterar que el niño en cuestión sobrevivió, que tiene puesta una pulsera de atención médica de una ONG francesa, que la foto fue tomada en una pista a donde llegaban aviones trayendo comida, que sus padres estaban buscando los suministros a pocos metros y que los alrededores estaban llenos de aves carroñeras que vivían de los desperdicios.

Y que Kevin Carter, como buen fotografo, era un buen mentiroso.

Quién sabe, quizás hagan falta las nuevas tecnologías totalmente automatizadas, como los nueve ojos de Google, para alcanzar la verdadera objetividad fotográfica.